La cabeza no para de darle vueltas y el ojo sigue erre que erre recorriendo el lienzo de esquina a esquina. La imagen está quebrada, intencionalmente emborronada con plástico superpuesto que hace que apenas se vislumbren los trazos de las primeras capas. El negro omnipresente del óleo contrasta con fuerza en la superficie externa. La retina se ciega y confunde el fondo con la figura, construyendo personajes que dan pie a otros tantos. MorenoTapia nos habla en su propuesta de los mapas que habitan en nuestra consciencia. Los retazos de múltiples experiencias que se aglutinan en un mismo recipiente. Los años pasan y los momentos dignos de mantenerse alejados del olvido se reiteran, mezclándose cual grafía en una pizarra romana de cera que en ocasiones nos confunde. La memoria se vuelve torpe, gris, fantasma y nebulosa, intencionadamente tupida. Difícilmente podemos acertar en construir un mapa, un patrón concreto o un discurso que dé sentido a todas esas sombras. Piezas de un puzzle apenas cromático, discontinuo, que se nos antoja incluso errático.